13 sep 2002

Las cuitas del joven Juan Escutia

En el refectorio, Miramón —su ídolo— lo ha humillado frente a todos y ya no puede fingir más. El resto de la mañana lo ha pasado llorando en apartados escondrijos, ajeno al escándalo y a la orden de abandonar el Castillo. Ese último verano en Tepic supo que no estaba solo, ¡y cómo lo disfrutó! Sabe que aquí, en el Colegio, tampoco es excepcional, pero nadie admite nada en público. Se desespera, sale corriendo al patio hecho un mar de lágrimas rabiosas y, por último, decide arrojarse al vacío. En el frenesí de la carrera cree escuchar gritos, cañonazos y disparos que atribuye a una imaginación desbordada, tropieza con la Bandera Nacional que dos cadetes bisoños arrían con premura, se enreda con ella y se precipita sobre las rocas treinta metros abajo, frente a los extrañados yanquis que aguardan órdenes.

9 sep 2002

Sexo feérico

Llegaban con Morgana en busca de placer, de pecado, de una noche divertida y sensual. Pero ella ofrecía más que eso, la hermana de Arturo los acariciaba como ninguna mortal sabía hacerlo: cuando tomaba entre sus manos el miembro para succionarlo, cada caballero entendía que tal lascivia costaríale muy cara. Pellizcaba con suma delicadeza los testículos y les mordía el glande. Luego ensalivaba —generosa— el pene mientras pausada y firmemente lo manipulaba. Estaba atenta al momento exacto en el que la eyaculación era inminente y la detenía, clavando el dedo índice contra ese punto en la base del bálano que sólo ella conocía. Por fin, después de tres o cuatro veces de reprimirlos de esta manera, dejaba que se derramaran; restregándose el copioso producto en el rostro a la vez que estallaba en mágicas risas cantarinas.

Aquellos valientes de Camelot nunca volvían a ser los mismos, veíaseles vagar desesperanzados por los caminos del mundo: ya no buscaban significado a su vida... ni esperaban alcanzar honrosa salvación para su alma.

7 sep 2002

Colorín colorado


Permaneció sentado unos minutos luego de verla salir del vestidor, se deleitaba con la cadencia de sus contoneos y las risitas a la vez coquetas y nerviosas. Justo cuando ella se ruborizó, se puso de pie y la tomó del talle. Sus besos eran fervientes lo mismo que la forma en que acariciaba sus nalgas, y ella le correspondía acariciando el cuerpo desnudo de él. Sin quitarle la capa hizo de la ropa jirones que cayeron al suelo entre los gemidos de la joven, después le quitó el mínimo sostén y, con extrema lentitud, desató los moños a cada lado de la tanga.

La chica se deja lamer, magrear y morder, al tiempo que aprieta el miembro enhiesto con sus manos o entrelaza sus piernas a las del varón. Al final quedan sólo la caperuza roja, las finas medias de seda y las zapatillas de tacón afilado. De súbito, y con violencia, la muchacha lo arroja sobre un sillón y lo monta, al tiempo que empieza a brincar paroxísticamente. Cuando él eyacula la hembra jariosa se tranquiliza, sorbe las gotas de sudor del rostro de su compañero y se menea a pausas sobre el pene que declina. Apenas se contiene de hacer de este ritual un orgasmo simultáneo, mas sabe que el acuerdo funciona en base a la confianza mutua.

Mañana es su turno, en tanto recuperan el aliento, ella fantasea un disfraz de Robin Hood: botas, mallero, arco y flechas...

5 sep 2002

Calígula


Los pasajeros de primera llegaron al salón con la puntualidad propia de su clase. Todos, incluso el Capitán, esperaban sin ocultar la emoción; la mar... en calma. El mâitre anunció al artista —«el Calígula de ébano»—, un sólo reflector iluminaba la pista. Un negro desnudo, de bellísimas facciones y cuerpo perfecto, estaba sentado —a la pensador de Rodin— en una silla corriente. La música inundó el ambiente y el miembro viril de aquel hombre comenzó a hincharse, muy poco a poco y sin que las manos intervinieran. Los primeros minutos las damas y los caballeros bromeaban, algunas de ellas ya humedecidas, y ellos convencidos de que tal enormidad fálica era monstruosa y ajena a la cotidianeidad de sus compañeras. Mas ellas y ellos terminaron gritando «quieros» y «papacitos», o jocosos o con lasciva seriedad.

El pene seguía creciendo, en el rostro del ejecutante asomaron dos o tres gotas de sudor y el ceño se le frunció un poco. Pero las manos —ni la que reposaba en la rodilla ni la que sostenía el mentón— no se movieron un ápice.

Habían pasado treinta minutos y el silencio era absoluto, la descomunal erección parecía a punto de estallar... y estalló, arrojando varias libras de semen por todos lados. Nadie se movió.

Lentamente, hombres y mujeres, perdidos en sus reflexiones, abandonaron —muy poco a poco y en completo orden— el lugar y se fueron directo a sus camarotes.

3 sep 2002

Gn 1:26


En el sexto día Yahvé quiso crear un ser a su imagen y semejanza. Cuando lo tuvo frente a sí, lo observó fijamente y recibió a cambio aquella mirada serena y divina. El Universo fue diferente a partir de ese instante, en el que Dios se descubrió en el espejo.

El séptimo día decidió heredarle el Paraíso. En la puerta de salida formó con lodo a Adán y a Eva, para no andar solo por esos mundos.

En silencio —triste y sin inmutarse— el Unicornio vió como las tres figuras se perdían en el horizonte.

2 sep 2002

Posiciones

Abrió las piernas y, con mucho cuidado, se acuclilló hasta que los dos penes rozaron su vagina. Hábiles contorsionistas, Kurt y Alejo se contuvieron mientras Wilbur dilataba con los dedos pulgar e índice el esfínter anal de la única mujer en la cama, para que Iñaki, con la mano derecha agarrada al asidero colocado para tal efecto, apuntara con la izquierda su miembro hacia el ano. Enrique y Federico, los más jóvenes, situaron sus falos junto a la boca, uno a cada lado y con las rodillas ligeramente flexionadas. La hermosa muchacha comenzó a elevar una de sus piernas ayudada por John Jr. que, a su vez, estaba parado de cabeza.

Aunque algo nerviosos, mantuvieron las posiciones, con los pertinentes gestos de placer dibujados en sus rostros. La fotógrafa de "Sex Illustrated" calculó que si lograban aguantar al menos veinte segundos, conseguiría unas tomas fantásticas.

1 sep 2002

Gn 16:1-4

Saraí nunca pudo darle un hijo a Abram, pero lo que más le preocupaba era que su esposo ya no hallara placer en su cuerpo. Así que dijo a su cónyuge: "Aunque me esfuerce, ya no puedo provocarte un sólo derrame. Sáciate ahora con mi esclava, Hagar la Egipcia; es una hembra virgen, hermosa y casi niña. Alcanza dentro de su carne lo que en mis entrañas te es imposible."

Ella atestiguaba la consumación de la cópula, oculta apenas por una celosía. Excitados alaridos adolescentes, y viriles bufidos, espetábanle la húmeda y paroxística penetración. Hagar, alcanzando el clímax, clavó salvajemente sus uñas en los ijares de quien, muy hábil, desfloraba su inocencia. Los ojos de Abram quedaron blancos al tiempo que eyaculaba.

Súbitamente, Saraí, arrastrando consigo la cortina, se arrojó jadeando sobre el lecho venéreo. Quiso compartir aquel exquisito y brutal orgasmo que, al menos para ella, ocurría por primera vez en la vida.