5 ago 2011

Secuestro que acabó en tragedia

Se la llevaron, fue cuando no funcionaban ni la luz ni los semáforos de la esquina de Fundadores con Benemérito. La encapucharon y ataron de manos, y ella iba sin miedo alguno, acaso disfrutando lo más emocionante que le había pasado en sus casi veinticinco años.

En la esquina de Tres Carabelas y Hermanos Pinzón, bajo el megafarol que instalaron ahora, para el Bicentenario, le echaron una segunda mirada. Fue allí que la dejaron ir.

4 ago 2011

Secuestro de amor

Lo convirtió en dragón y le puso en el hocico un bozal de adamantium —para no escupir lumbre—, una plomada de platino en la cola —para no dar coletazos— y un par de zafiros en los ojos —para ver todo. Lo encadenó a la pata de la cama y lo hizo invisible —para que ninguno de sus amantes fuera a traspasar los añicos de corazón esparcidos entre las escamas.

2 ago 2011

Secuestro por piernas

Era un mujeriego, la última vez que lo vieron iba como secuestrado tras una minifalda. La minifalda se lo llevó a un motel de la salida a Cuernavaca donde también estaban dos pantalones de mezclilla y uno de casimir muy fino, con un señor de traje dentro que le ordenó a otro, uno con overol, que se apurara con él. Ella recibió su anticipo de billetes y se llevó la oreja sanguinolenta en una bolsita de plástico. Alcanzó a escuchar al jefe bien encabronado, soltándole un sopapo al esbirro de marras: —¡Pendejo, otro que se te desangra!, ¡nomás porque igual cobramos, que si no, te rebanaba el pescuezo!