El Mago Zapatero está por perder el quicio debido a los gritos y manotazos de la furiosa cliente, un sudor de hielo ha empapado su túnica y el estomago le arde en llamas. Mas también lo consume el orgullo, nunca ha pergeñado par tan soberbio: en esmeralda salpicada de rubíes, con forros de piel de unicornio y suela de oro y plata.
Sólo falta que sus nerviosas manos incrusten los diamantes que rematan los tacones de zafiro... El Hada Madrina apenas si lo deja terminar, le arrebata las zapatillas y se transporta de inmediato a casa de Cenicienta. Va dando tumbos, vuelta malhayas y conjuros, temerosa de que su niña calce esas otras porquerías de vidrio que le quedan guangas.
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