El diluvio duraba ya cuarenta años, no obstante, Noé aún tenía
esperanza. El nivel del agua no había hecho más que ascender: hacía más
de treinta años que las cumbres nevadas quedaran en el fondo del mar... Y
la monotonía... El horizonte siempre el mismo... Los mataba el
fastidio.
Aquella mañana nadie creyó lo que apenas se vislumbraba a lo lejos. Sem,
Cam y Jafet intentaban describir a su anciano padre lo que parecía
ser una gigantesca masa de roca sólida, a la que se acercaban muy poco a
poco. El patriarca se preguntó si la ordalía habría llegado a su fin,
mas la cantidad de agua en el planeta —de manera casi imperceptible—
seguía aumentando.
Cuando el descomunal objeto estuvo lo bastante cerca, Noé se desplomó
muerto y sin fé sobre cubierta. Incapaz de asimilar la escena de la Luna
flotando en el Océano.
30 jun 2002
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