Camina a solas por las calles obscuras... De pronto, oye pasos detrás de él. Disminuye la marcha aunque conserva las manos dentro de los bolsillos del abrigo. Se convence de que es su imaginación —una vez más— y continúa el paseo nocturno. De nuevo siente que alguien lo sigue, o así quiere creerlo. Ahora se detiene y voltea la cabeza. Durante algunos minutos escudriña cada sombra, cada débil reflejo de luz.
Noche tras noche se repite la cruel angustia de desear no ser el único, y se pregunta si siempre conservará la esperanza o, cuando menos, la razón. Han pasado trece años desde que la bomba de virus acabó con todos y sigue sufriendo la culpa de haber sobrevivido. ¿Dejará alguna vez de recorrer las ciudades en busca de otro afortunado?
¡De pronto, escucha que alguien camina a la vuelta de la esquina...! Muy lentamente, saca las manos de los bolsillos.
16 jun 2002
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