30 oct 2003
El árbol de la ciudad de las noches tristes
Ya nadie le hace caso, como si fuera invisible, es un ahuehuete que alguna vez tuvo siete siglos encima. Años atrás un desquiciado le prendió fuego y, poco después —como igual ya quería morirse de la nostalgia del agua viva— se secó. Pero allí lo tienen: sigue erguido a base de inyecciones de cemento y cédulas museográficas.
Una pareja se besa en el chipichipi —ella tiene lágrimas en los ojos. Cuando se vayan, yo también me detendré a llorar tantito.
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