Como todos los días, tomó el portafolios de manos de
su mujer y le dijo: —Ahora vuelvo, voy por cigarros.
Y como todos los días, sintió que la frase estaba
incompleta, la explicación perdida en la noche de los
tiempos, cuando el primer cerebro positrónico fue improntado.
Enseguida, el beso, clave vestigial de los
inescrutables designios divinos.
1 sep 2004
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