En el sexto día Yahvé quiso crear un ser a su imagen y semejanza. Cuando lo tuvo frente a sí, lo observó fijamente y recibió a cambio aquella mirada serena y divina. El Universo fue diferente a partir de ese instante, en el que Dios se descubrió en el espejo.
El séptimo día decidió heredarle el Paraíso. En la puerta de salida formó con lodo a Adán y a Eva, para no andar solo por esos mundos.
En silencio —triste y sin inmutarse— el Unicornio vió como las tres figuras se perdían en el horizonte.
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