El Príncipe Azul se puso de rodillas sobre el túmulo, hizo a un lado la tapa de cristal y contempló extasiado aquel rostro angelical. Tras besar el cuello clarísimo, le clavó los colmillos.
Al terminar, le trajeron un pañuelo de seda para que se limpiara. De su faltriquera extrajo siete monedas de oro y pagó a los enanos.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario