29 dic 2003

Quinceañera

A las ánimas que emprenden la última jornada, la Muerte otorga gracia de repetir veinticuatro horas del tránsito terrenal que acaban de concluir. Karime escogió su Fiesta de Quince Años:

Se levantó con el amanecer a importunar a todos, insistiendo sobre la perfección de cada detalle, riñéndoles por no adorarla —cual debe— a pocas horas de la noche más importante del Siglo. Para la tarde, había descubierto que la indiferencia era la mejor descripción aplicable a quienes la rodeaban. Antes —años antes— no lo notó. Mas ahora percibía, en sus padres, angustia ante tanto inútil derroche; en los hermanos, fastidio —y euforia anticipada de la borrachera—; en las amigas, envidia y una sorda pugna por encontrarle defectos y vulgaridad a los preparativos; y en los chambelanes, lúbricas ansias de manosearla... ¡otra vez!

Mientras descendía del falso mezzanine, al ritmo del disco con la marcha triunfal de Aída, se percató horrorizada de lo churrigueresco del vestido; de las ridículas coreografías —hielo seco y balaustrada de papel maché— y de lo estúpido del primer vals y el último juguete. Sentía que infinidad de miradas se burlaban de ella. ¡Su existencia había sido un engaño!

Salió corriendo del salón, abatida por la desesperanza. En la puerta aguardaba, cruel y siniestra, doña Parca, desternillándose a carcajadas.

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