El editor, en la nota de rechazo, le explicó que había demasiados personajes.
Tomó el escrito y lo sacudió con fuerza. Todos los personajes que carecían de un soporte firme se precipitaron al vacío.
Se encaminó a la Editorial. De pronto, puso el legajo en el piso y
comenzó a brincarle encima. —Por si acaso... —murmuraba, mientras
recogía la novela.
23 abr 2004
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