Los mugranchuk saben por qué la Luna siempre ofrece la misma cara a la Tierra:
En la antiguedad existían dos luminarias nocturnas, un espíritu viril y una hembra. El Sol empezó a sentir celos del amor que surgía entre los otros dos astros.
Incapaz de vigilarlos durante la noche, los hostigaba durante los eclipses, y los azotaba con tormentas solares cuando los atisbaba tras la curvatura de Thulcandra. En aquellos tiempos el Mundo era una esfera yerma, sin vida, cubierta por completo de agua.
En uno de esos eclipses, el Astro Rey capturó a Gondwana —así se llamaba la pareja de la Luna— y lo arrojó contra la Tierra.
El amante sucumbió en el cataclismo, mas forma desde entonces lo que hoy creemos que son las masas telúricas emergidas. La putrefacción de su cuerpo dura ya miles de millones de años, y ha dado origen a lo que conocemos como Vida.
La Luna, que desde entonces llora lágrimas de plata, no deja de contemplar los restos dispersos de su esposo.
El Sol sigue sin ser feliz, aún se consume, y no sabe por qué.
22 jun 2004
15 jun 2004
ECCE HUMO
Arrellanado en el reposet, sin perder detalle alguno del fútbol, el cigarro avienta una última bocanada hacia el interior del hombre. Luego apaga contra el cenicero los últimos restos cárnicos, y arroja la cabeza aplastada por la ventana que da al jardín... En algún lado leyó que sirven de abono.
13 jun 2004
Fumando en las estrellas
Toma dos puros del humidor y le ofrece uno a la alférez Mussié. Ambos comentan las excelentes propiedades higroscópicas de esta marca y el delicado aroma que la caracteriza. La coloración y la torcida, también perfectas.
Se turnan la lujosa guillotina de oro al nitruro de carbón para ejecutar cortes impecables, como si los hicieran en mantequilla. El teniente Bristow ofrece a su compañera el encendedor Zippo —recuerdo de la Academia Intergaláctica— y enciende los dos cigarros.
Dan un par de chupadas y escupen de manera estrepitosa, enseguida arrojan el resto al bote de basura. La alférez se disculpa y entra al baño. Su anfitrión se queda pensando en la yerba ik, lo único que se puede encontrar para fumar en este pinche planeta.
12 jun 2004
Genio y figura
Todas las noches llega a casa, se recuesta en el sofá, enciende un habano con la colilla del cigarrillo que aún sostiene entre los dedos, y prende el estéreo. Su esposa le pone las pantuflas y le sirve una cuba.
Siempre la misma rutina, incluso hoy, un par de horas después de que le han diagnosticado cáncer de pulmón. ¿Por qué habría de ser diferente?
Siempre la misma rutina, incluso hoy, un par de horas después de que le han diagnosticado cáncer de pulmón. ¿Por qué habría de ser diferente?
11 jun 2004
Preludio a la Batalla de Little Big Horn
Tatanka Iyotake hizo un par de volutas y pidió a Tashunka Witko que pasara la chanunpa a Pelo Amarillo.
El general Custer, harto de tanta estupidez, no supo qué hacer excepto rechazar —con el gesto más amable de su repertorio— la pipa sagrada que le ofrecían. Enseguida, farfulló una ininteligible disculpa en el sentido de estar ya fumando su propio puro, mientras gesticulaba con el cigarro ante los atónitos líderes lakota y cheyenne.
El general Custer, harto de tanta estupidez, no supo qué hacer excepto rechazar —con el gesto más amable de su repertorio— la pipa sagrada que le ofrecían. Enseguida, farfulló una ininteligible disculpa en el sentido de estar ya fumando su propio puro, mientras gesticulaba con el cigarro ante los atónitos líderes lakota y cheyenne.
8 jun 2004
Flor de andamio
Por momentos, soñaba en colores. Candela, ligeramente verde; claro, marrón muy claro —casi amarillento—, o colorado claro, de tono un poco más intenso, o colorado propiamente dicho —rojizo—, maduro, casi negro u obscuro brillante.
Sus desvaríos lo llevaban a las élites, se codeaba con abogados fumando robustos y panatela, catrines con sus petit corona, y políticos famosos a la Churchill con sus Lonsdale.
Sus visiones parecían catálogos, de figurados, por ejemplo: pirámides, torpedos, perfectos... ¡Ah!, un presidente. Vaya, hasta una culebra.
De pronto sintió que lo tomaban entre los dedos índice, cordial y pulgar —su cuerpo exangüe de fuego y tabaco— y lo aplastaban contra la mezcla todavía fresca, arriba de la sexta fila de ladrillos, en el tercer piso. Por primera vez se resignó a su destino, y murió como lo que siempre supo que era: delicado ovalado, sin filtro.
Sus desvaríos lo llevaban a las élites, se codeaba con abogados fumando robustos y panatela, catrines con sus petit corona, y políticos famosos a la Churchill con sus Lonsdale.
Sus visiones parecían catálogos, de figurados, por ejemplo: pirámides, torpedos, perfectos... ¡Ah!, un presidente. Vaya, hasta una culebra.
De pronto sintió que lo tomaban entre los dedos índice, cordial y pulgar —su cuerpo exangüe de fuego y tabaco— y lo aplastaban contra la mezcla todavía fresca, arriba de la sexta fila de ladrillos, en el tercer piso. Por primera vez se resignó a su destino, y murió como lo que siempre supo que era: delicado ovalado, sin filtro.
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