Los mugranchuk saben por qué la Luna siempre ofrece la misma cara a la Tierra:
En la antiguedad existían dos luminarias nocturnas, un espíritu viril y una hembra. El Sol empezó a sentir celos del amor que surgía entre los otros dos astros.
Incapaz de vigilarlos durante la noche, los hostigaba durante los eclipses, y los azotaba con tormentas solares cuando los atisbaba tras la curvatura de Thulcandra. En aquellos tiempos el Mundo era una esfera yerma, sin vida, cubierta por completo de agua.
En uno de esos eclipses, el Astro Rey capturó a Gondwana —así se llamaba la pareja de la Luna— y lo arrojó contra la Tierra.
El amante sucumbió en el cataclismo, mas forma desde entonces lo que hoy creemos que son las masas telúricas emergidas. La putrefacción de su cuerpo dura ya miles de millones de años, y ha dado origen a lo que conocemos como Vida.
La Luna, que desde entonces llora lágrimas de plata, no deja de contemplar los restos dispersos de su esposo.
El Sol sigue sin ser feliz, aún se consume, y no sabe por qué.
22 jun 2004
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