Yuang-Tsé contemplaba la pala recargada en el fogón; había estado trabajando todo el día y, con toda justicia, disfrutaba de la comida que le preparara su esposa. Algo, sin embargo, lo incomodaba: una idea difusa que le aparecía con cierta periodicidad, desde que era un adolescente.
Cansado, olvidó sus cavilaciones, tomó los palillos y volvió a concentrarse en la merienda. ¡Qué iba a estar él para inventos!
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