—Sí, señor..., soy yo y no, no me quedé ciego, ¡puros cuentos! Se me
concedió la visión más hermosa que mortal alguno gozara, vi a Lady
Godiva cuando su famosa cabalgata.
—Mercado de Coventry, 31 de
mayo de 1043. No menos de tres mil personas asistieron, dispuestas a
mantener la cabeza baja y los ojos cerrados mientras su heroína montaba
desnuda tan brioso corcel. El único que se atrevió a mirarla fui yo, y
no me arrepiento, tenía trece años y era aprendiz de sastre. Juré nunca
decirle a nadie, pero ya no importa. Por eso, Padre, ésta es la primera
vez que confieso mis pecados.
—Ella me guiñó el ojo, y hoy traigo
a la tumba el recuerdo del fulgor de aquella diosa: lucía
el más elegante de sus vestidos de tisú, toda engalanada con
sus joyas y los guantes de cabritilla acariciando la brida.
28 jul 2003
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