El Oidor se desternilló de risa y se orinó en el calzón, provocando que los otros dos vomitaran asqueados.
Estaban ya en la etapa depresiva, cuando la Madre de Dios dijo: —Tenemos que hacer algo audaz antes de que llegue el Virrey —y continuó, levitando alrededor de la estancia—, tengo un plan. Pero tienen que hacer lo que yo diga..., ¡o me busco compinches menos imbéciles que ustedes!
—¡Guardias! ¡Tráiganme ese pinche indio Juan Diego!— gritó por la ventana y se dispuso a trinchar el pernil de cerdo.
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