Llegó a Perisur desde temprano. Ha pasado horas mirando escaparates, como cada sábado antes de regresar a casa para una noche de sexo culpable. La plaza está llena de hombres que hacen lo mismo, excepto algunos que caminan en parejas o que, solos, buscan un obsequio para su amado. ¡Cómo los envidia!, él intentó hacerlo dos veces, una cuando adolescente y otra un par de años atrás. No funcionó.
Compra un juego de medias negras de lycra y otro de nylon invisible, al tiempo que se pregunta por qué las anuncian como medias de seda.
Era muy pequeño, por eso no las recuerda, pero ha ido al museo, ahí las exhiben embalsamadas, muchas en ropa interior, con medias y ligueros. Pero están muertas, la nube áurea las mató a todas.
Toma el metro y regresa a su cama donde, entre catálogos de lencería y una centena de medias de seda, se masturba tres o cuatro veces. Después se emborracha.
8 jul 2003
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario