10 abr 2005

El número de la Bestia

Está ahí, como si me mirara con esos sus ojos que no tiene, ostentando sin garbo alguno esa figura longitudinal en donde aparece estampada una leyenda promocional que no entiendo porque viene en eslovaco —o lo supongo, a partir de cómo llegó a mis manos, pero ése es otro cuento—. Destaca la goma, con su arillo metálico, anillo sin ningún compromiso, que luce como si fuera la Joya de la Corona. No le he sacado filo, así que de no ser por la perspectiva oblicua con que lo observo, no tendría manera de adivinar el alma de grafito de este, en apariencia, inocente objeto.

Contengo la respiración y trato de escuchar los casi imperceptibles sonidos que me han mantenido ocupado toda la tarde. La respiración de la bestia, que junto con la extraña energía que percibo desde su esquina en la árida lisura de mi escritorio, desocupada a propósito a partir del día en que conocí las extrañas habilidades rodantes de mi lápiz del número dos...

—¡Se movió, les juro que se movió! ¡Nadie me lo va a creer!, ¡Ja-ja-já! ¡¡Se movió, se movió!! ¡¡Arggggggg!!

9 abr 2005

El traje viejo viejo del Emperador

—¡Ese papamóvil viene vacío! —gritó la niñita desde los hombros de su padre.

—Nunca hubo nadie —mascullé, y regresé a mis propios pensamientos.

1 abr 2005

Reminiscencias

Antes éramos mi mujer, la mosca y yo, ¡y fuimos felices! Ahora sólo quedamos la mosca y yo... No necesariamente la misma mosca.