1 feb 2015
Crimen perfecto
Lo consumía el prurito de contárselo a alguien, aunque sabía que eso
sería su perdición. El viernes, en la tertulia, explotó como una bomba.
Contó todo, sin que faltara un solo detalle: motivos, oportunidad y
medios, cómo se había salido con la suya y por qué nadie sospechaba de
él. Sus amigos se desternillaban de risa al oírlo jurar y perjurar su
culpabilidad. Cuando vio que no tenía forma de probar que él era el
asesino, entendió, horrorizado, que había cometido el crimen perfecto.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)