27 feb 2012

Provincias

En 2012 la gente comenzó a emigrar en masa a Querétaro. Lo que no había sido sino una colonización más bien pasiva, se convirtió en huida desesperada. Pero sólo por unos meses: en junio de ese año comenzaron a caer los pájaros del cielo, a morir desangrados los perros y los vagabundos, y a morir los niños en los patios de las escuelas.

Los pocos sobrevivientes fueron los que alcanzaron a recurrir a tanques de oxígeno o desarrollaron una cierta resistencia. Lo dantesco del espectáculo se vio en las cadenas noticiosas internacionales, las salidas de la ciudad se atiborraron y casi nadie pudo escapar, muchos llegaron arrastrándose hasta las casetas de cobro, solo para dejar expuestos sus pellejos exánimes sin que hubiera quien les diera sepultura, o de perdida los metiera en una bolsa de plástico.

En mayo de 2019 empezaron a llegar miles de colonos provenientes de Querétaro, la ciudad estaba infestada de ratas y coyotes y sus pocos habitantes estaban armados y ostentaban la violencia a flor de piel, lo mismo que esos ojos inyectados de rojo. Sin embargo, estos queretanos venían dispuestos a todo, su ciudad había comenzado a colapsarse.

5 feb 2012

Taxonomía

Lord Dimplefield, el gran explorador británico, honraba a las mujeres de su vida en la flora y fauna que descubría: había una Elvira antiquus, una Heliconius adela e incluso una Vanessa vanessa —entre los lepidópteros. Bautizó también orquídeas como la Australorchis nurii, y existe un lirio cuyo nombre científico es Ariadne auratum.

Cuando sentó cabeza se dedicó a organizar sus colecciones, a escribir una buena cantidad de tratados y se casó —¡escándalo en la Real Sociedad!— con aquella mesonerita que le cautivara el corazón en Dover.

Todo iba bien, pero a las pocas semanas de vida conyugal Lady Dimplefield comenzó a quejarse de que ella, su esposa, no estaba inmortalizada en planta o insecto alguno. Ante la insistencia —a sus años y de mala gana— el naturalista emprendió una última expedición, en busca de algún espécimen exótico digno de su mujer.

Nunca se supo más de él, hay colegas suyos que lo vieron entre las garras de un gigantesco averangutang en dirección a la cumbre de un volcán en erupción, otros juran que un extinto plesiosaurio de río lo jaló hacia el fondo de una insondable turbulencia. Y hay quien dice que se perdió tras la pista de Sien-kiang, Didanwi, Uruéntzari y otras paradisiacas nativas.