31 ene 2008

Caperucita encadenada


—¡Mmmh! —se relamió el animal —esta vieja devino un excelente puchero, no voy a dejar ni los huesos.

—¡Ghrar, ghrar! —gemía Caperucita, tratándose de zafar la mordaza, consiguiendo tan sólo que se le desacomodaran el brassiere y la minifalda.

—¡Ah!, y para los postres —salivó el Lobo mirando a la suculenta niña aherrojada al muro—, para los postres..., los deliciosos panecillos... Y luego, querida, te suelto los grilletes y te voy a co-ger y co-ger y co-ger... !¡AUUUUÚ!!