30 sep 2012

PERICOPE·ADULTERAE

Andaba Jesús amonestando a los lapidadores cuando en lo de la primera piedra lo aplastó un meteorito.

Ciego de ira

Cuando le volvió a crecer la melena, Sansón anduvo un tiempo indeciso entre derribar las columnas del Templo o darle una madriza a Dalila, nomás que no encontró su quijada de burro.

29 sep 2012

Pétalos

 Me quiere, no me quiere, ¡ups!, ¿o es «la quiero...»?

28 sep 2012

Ex

Yace arrumbado en un catre chueco en su cuchitril, ya no se lava la boca y trae la misma ropa de siempre, no le importa que se le suban las hormigas y no sabe que le cortaron la luz. Ahora entiende que ella no es digna de él, mas no consigue desenamorarse. Cuando se masturba ya no piensa en ella, el resto del tiempo, sí.

19 sep 2012

IN·MEMORIAN·MCMLXXXV


Lo encontraron años después, cuando limpiaron los últimos escombros para contruir la plaza comercial. Pudo salvarse, no le cayeron encima sino unas pocas tablas con yeso, lo que le falló fue la brújula moral, creyó que la luz era el cielo pero no, escarbó hacia el infierno.

13 sep 2012

Sarcasmo

 —¡Ah...! —dijo Zenaxis ante la mirada inquisitiva de su pequeño—, éste es un libro muy antiguo, del Siglo XXI.

—¿Y por qué no trae nada escrito...?, todas las hojas están en blanco.

—Pues bien —dijo el padre—, es un libro conmemorativo, de cuando se inauguró el Museo de los Libros. El Comité encargó un tomo que relatara todo el bien que había hecho la Iglesia católica, fue poco tiempo después de que los Científicos derrocaran al Papa Loco.

12 sep 2012

Fluctuación cósmica

Solo en su Universo, Dios termina de leer todos los libros que se han escrito. Luego de cerrar los ojos por un instante, abre de nuevo la última página del último libro y comienza a borrar las letras una por una. De pronto recuerda el poema de Omar Khayyám y se pone a llorar.

10 sep 2012

El libro antiguo del Emperador


Yacía en un exhibidor de guadamecí brocado en el Salón del Trono. En un día de visitas una niña gritó: —¡Ese libro no tiene nada, todas sus páginas están vacías! —, la madre aterrorizada volteó a ver a Su Majestad. El soberano les guiñó el ojo y siguió conversando, desnudo, con sus ministros.