31 oct 2003

Aparición

¡Órale cabrón!, ¡ya mero llegas! O qué, ¿te me vas a rajar? Mira que tanta pinche sangre y pa' nada... Que t'inyecten la otra, te dije, manquestén más caras. Dile a la monjita que deje de estar pendejeando dizque tomando la presión y que te ponga guso de vuelta —y a tu puta vieja que le chingue con el petate, que una cosa es que se manche de tus rodillas sacríficas y otra con tanta güey meada. ¡Te dije dende Peralvillo, 'ora no te la vas'acabar, ni modo de comprar estos sombreritos con estampita y las jijas cocas a quince pesos! Por eso nunca les hago caso, 'tán jo-didos, carajos peregrinos pachecos, ¡váyanse mejor de chalmeros a Chalma...!, ¡no mamen, hijuesús!

Antes nomás venían borrachos.

30 oct 2003

El árbol de la ciudad de las noches tristes



Ya nadie le hace caso, como si fuera invisible, es un ahuehuete que alguna vez tuvo siete siglos encima. Años atrás un desquiciado le prendió fuego y, poco después —como igual ya quería morirse de la nostalgia del agua viva— se secó. Pero allí lo tienen: sigue erguido a base de inyecciones de cemento y cédulas museográficas.

Una pareja se besa en el chipichipi —ella tiene lágrimas en los ojos. Cuando se vayan, yo también me detendré a llorar tantito.

9 oct 2003

Contrato de evasión

Harto de los pequeños compromisos de la vida cotidiana, juras nunca volver a preocuparte por nimiedades.

Cuando te ves en el espejo suspiras aliviado. Además, el kepí de la Legión Extranjera combina con el color de tus ojos.

7 oct 2003

El Centinela de la Galaxia

Nada más por suerte logró escapar del Torbellino de Megara. Aparca su vehículo averiado en un asteroide remoto cuando de súbito es víctima de una andanada de rayos mnesi-uberquánticos a la que él responde con lo único que le queda: una bomba de superpresión...

—¡La olla express! ¡¡Mi mamá va a matarme!!

6 oct 2003

La insoportable levedad del fut

El partido no era tan importante, pero se había propuesto no perderse ninguno, su lealtad de hincha es a toda prueba. Las papitas, las cervezas, su esposa en casa de la suegra, el teléfono desconectado, su hijo... ¡su hijo! ¿Cómo pudo olvidarlo? Hoy se jugaba la final y prometió estar ahí. Hizo el intento de incorporarse, su mente resolvió que aún estaba a tiempo de llegar al campo, fue su cuerpo el que se negó a ir.

4 oct 2003

Pena

Se trataba de una falta venial pero, de acuerdo al estricto sistema disciplinario de su profesor, debía ser castigada. Una reprimenda y un correctivo: limpiar el pizarrón después de clase.

Tras escucharse el timbre, ella estaba de pie, sola enmedio del aula. Él la miraba severo, extendiéndole el trapo y la cubeta. La chiquilla levantó con el dedo cordial quince centímetros de la falda —muy lentamente—... Garbosa, dio la vuelta y abandonó la escuela.

El maestro se retiró algo más tarde, cuando hubo terminado.

2 oct 2003

Excusas

Al primer timbrazo, su mente comienza a elucubrar pretextos, a cual más creativo —seguro quieren endilgarle una de esas entrevistas laborales que consigue su esposa. ¡Dos, tres, cuatro ring-rines! Su cerebro trabaja al máximo, miles de historias le pasan por la cabeza, mas no concreta nada y por un instante cree que, ahora sí, tendrá que descolgar el aparato y decir: «Diga».

Pero es muy tarde, no se le ocurre nada y el teléfono guarda un silencio total. Pronto sus pensamientos divagan a la velocidad habitual y él ha regresado a su profundo y tranquilo letargo.