6 jun 2010

El pez mágico

El pescador, a punto de arrojar su presa en la canasta, se sorprendió al escuchar que la trucha le hablaba: —¡No me comas, y te concederé lo que quieras!

El pobre hombre supuso que no tenía nada que perder y le pidió una mesa pletórica de exquisitos manjares. —Sabes, le dijo, hace mucho que no comemos sino chícharos y charales—. Acto seguido, devolvió el animal al agua.

Ya en su casa, encontró lo prometido, y él y su esposa comenzaron a disfrutarlo, mas cuando la señora escuchó el cuento completo, la agarró a toallazos contra el imbécil de su marido. —Le podías haber pedido un castillo..., ¡y sirvientes! —y continuó— ¡regresas con él ahora mismo y le exiges lo que nos corresponde!

—Lindo pez, te suplico, para complacer a mi esposa, que nos des un palacio y muchos sirvientes —dijo tímido y dudoso de que su benefactor acudiera— mi vieja es muy necia y no entiende la fortuna que hemos tenido, no guarda el debido respeto para los seres fantásticos como tú.

De pronto, el pececito le salto enfrente y le preguntó: —¿Eso es lo que quieres?, puedo concedértelo.

—En realidad —recibió como respuesta— lo que quisiera es tener una esposa joven, bien cachonda y que nunca me rezongue, pero... —y masculló entre resignado y crédulo— éso está difícil.., ¿no?

—Sí —le dijo el genio del agua— y concluyó mientras se sumergía de nuevo—, está difícil.

Cuando el cansado esposo regresaba a su cabaña, vio que un rayo caía sobre su mujer. Cuando se repuso del resplandor, vio una bella muchacha que se contononeaba por la vereda y le coqueteaba descaradamente.