26 jun 2013

Dantesca

 Lentes de contacto, peluquín, dentadura..., pellejo, huesos, tripas..., esperanzas... El demonio a cargo le firmó un recibo y le indicó la puerta siete.

13 jun 2013

Detalle

La había amado con locura, le decía que era tan grácil como una bailarina de caja musical. Y ahí la guarda ahora: nomás la saca para verla girar luego de darle cuerda. No se ve tan bonita, atornillada ahí, esa cabeza reducida.

6 jun 2013

Esquizofrenia


Como muchos de nosotros, ella tiene un esqueleto en el armario. Lo mete ahí todas las noches. Luego pone a orear el pellejo en un gancho junto al balcón y acomoda muy bien sus tripas sobre la cama.

4 jun 2013

El sueño de un manso

Corrió a su casa con el diamante en sus manos y de inmediato lo puso en el clóset. Luego se fue a dormir para soñar con su joya tan especial y tan cara. No pudo, los latidos de su corazón lo convencieron de que necesitaba un sitio más seguro.

Muy temprano fue a comprar una caja fuerte, la mejor, y la metió en el clóset. Puso ahí el diamante. Ahora le preocupaba el maltrato, quizás una caja de ébano con interiores de hule espuma... ¿Y la estética? Dentro de la caja que mandó hacer ese mismo día puso un estuche revestido de guadamecí y forrado de terciopelo.

Antes de meter su querencia en el estuche, para estar de veras tranquilo, la envolvió en una mascada de seda auténtica. Pero a los pocos minutos la desenvolvió para ponerla primero dentro de una pequeña ampolla de cristal cortado. El diamante ya no cupo.

Puso la ampolla en la pieza de seda, la seda en el estuche, el estuche en la caja, la caja en la caja fuerte, le echó la combinación y cerró el clóset con llave. Viendo que ya no necesitaba la gema antes tan preciada, la tiró a la basura y se fue a dormir en paz.

1 jun 2013

Bajo llave

Le escribía versos muy hermosos. Le decía que en su corazón tenía un cofre donde atesoraba sus tersos ojos, la miel de sus caderas y la tan sutil sarta de marfil que se agazapaba tras sus labios rojos. Había suspiros y sonrojos, la suma de sus pechos y el tañido febril de ese cuerpo que despertaba en él un infierno de antojos.

En otro cofre —uno que guardó en el clóset— puso ojos, caderas, pechos y sonrisa. También tuvo cuidado de meter mucho algodón para absorber tanta sangre.