7 jun 2003

Chippendale

—Elegantes damas aquí presentes... —La voz del sonido retumba clara y lasciva entre el silencio de la concurrencia a punto de estallar.

Instantes después, de entre las luces apagadas y el redoble del tambor, el reflector ilumina el sencillo taburete del proscenio. Cuando comienza la música sensual y exótica aparece, como de la nada, un hombre desnudo.

Exhibe una figura atlética y elegante, aunque su cincuentena resulte evidente para el público, formado por ricas damas de todas las edades que exclaman entusiasmadas —¡Quiero!, ¡papacito!

Los movimientos acompasados a los de la orquesta provocan una andanada de alaridos en el momento que toma la trusa que le arrojan y se la pone.

—¡¡Ayyyyyy!! ¡¡Mmmmmm!! ¡¡Más, más!!...

Una a una y con lentitud extrema, sigue con el resto de las prendas, mientras el juego de las luces y la cadencia de la erótica danza acompañan los efluvios hormonales femeninos.

—¡Así, así! ¡Mi amor, mi dios! ¡Ven, ven...!

Al final, calza los zapatos de charol, se ajusta la levita y cubre el rostro con la capa... Mas el clímax llega cuando muestra los ebúrneos colmillos. Las espectadoras entonces trepan frenéticas al escenario. Una de ellas, la afortunada, logra ensartarle el cuello y muere allí mismo entre espasmos de placer y una profusa hemorragia.

—¡¡Yo, yo!! ¿¡Por qué...!?

Las otras se mesan los cabellos y desgarran sus ropas al tiempo que, sin éxito, tratan de tocar por última vez al vampiro que se desvanece.

6 jun 2003

Funeral

El ataúd de ébano lucía forros de raso verde esmeralda a tono con el uniforme ceremonial del Castellano, de terciopelo de seda en morado real de Prusia y ostentando todas las condecoraciones. ¡Y qué brillo el de aquellos colmillos, como si aún estuviera muerto en vida!

Una hora antes, al dar inicio las exequias, los deudos habían sacrificado setenta doncellas, cuya sangre —vertida sobre la tierra en honor a tan egregio personaje— jamás disfrutaría vampiro alguno.

Cuando se sellaron las puertas de la cripta, los afligidos nocherniegos se alejaron en silencio, casi sin despedirse y volando pensativos hacia sus respectivos países. Ya en casa, y a diario durante los próximos meses, se despertarán entre sudores helados a pleno sol, desgañitándose y llorando... muertos de terror, víctimas de pesadillas con estacas, balas argénteas y crucifijos malditos.

5 jun 2003

Blanca Nieves

El Príncipe Azul se puso de rodillas sobre el túmulo, hizo a un lado la tapa de cristal y contempló extasiado aquel rostro angelical. Tras besar el cuello clarísimo, le clavó los colmillos.

Al terminar, le trajeron un pañuelo de seda para que se limpiara. De su faltriquera extrajo siete monedas de oro y pagó a los enanos.

4 jun 2003

Problema

Vi cómo de su cuello brotaba la sangre caliente, y sentí cómo sus uñas se clavaban en mi carne mientras su aliento se extinguía entre los estertores de la muerte. Pero no pude succionar, mis lametazos fueron infructuosos.

Dicen que ya hay cura para la impotencia... ¡No sé!

3 jun 2003

Centuria

—La princesita se pinchará el dedo con una aguja y morirá —fue la sentencia de la bruja perversa.

—No, no morirá —corrigió el hada buena—, sólo se dormirá y, cuando haya pasado un siglo, despertará al ardiente beso de su apuesto caballero.

—No, ¡no! Ningún beso de amor —intervino una segunda hechicera malvada—; vendrá un horrible vampiro, le succionará la yugular y la hermosa princesa recorrerá desquiciada los pasillos del castillo, mordiendo y sangrando a todos aquellos desdichados que hubiesen soñado cien años... por lealtad a la casa real.

2 jun 2003

Latir

I think we're alone now/the beating of our hearts is the only sound. ~Tommy James

Hemos corrido hasta perder el aliento, y sin obstáculo alguno capaz de separar nuestras manos. ¡Moriría de pasión por el rubor de sus mejillas!

Tal desenfreno debía bastarle, a ella, para siempre. Y la noche guardó silencio, absorta ante tan grande amor, ¡y yo la besaba!

Nos revolcamos de la manera más atávica imaginable, ¡por fin era mía! Eramos los dos y vueltos llamas.

En sus gritos de placer me decía que al fin estábamos solos, y que el latido de nuestros corazones era el único sonido que podía escucharse. ¡Cuánto se equivocó!, el único corazón que palpitaba era el suyo...

No por mucho tiempo.

1 jun 2003

Literal

Eva mordió la manzana... de Adán.