10 mar 2004

Evolución

Ñgogo ha esperado al Sol toda la noche. Se preparó durante años para este momento. Cuando la luminaria surja del horizonte, se erguirá como ninguno de su especie lo ha hecho nunca. A partir de hoy guiará a la tribu y la horda toda le rendirá pleitesía.

Ha tensado los músculos, ha calculado cada movimiento —imagina a todas las mujeres que va a gozar, los exquisitos manjares sobre los que tendrá prioridad. Aspira el céfiro de la aurora que viene mientras su espíritu habita el futuro... Las leyendas cantarán las hazañas de quien venciera para siempre la esclavitud de las cuatro patas.

De reojo observa como, junto a la hoguera, sus congéneres se revuelcan abotagados por la comilona de la noche anterior. Yacen apilados, promiscuos y sin preocupación alguna... Piensa que, de cierta manera, son más felices que él con tantos estúpidos sueños.

Aún no amanece cuando Ñgogo se arrastra hacia el abrigo del fuego. Tratando de no molestar, busca un hueco entre una mujer llena de mugre y un hombre con olor a vómito.

Tal vez mañana...

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