Emplacé mis mesnadas y puse sitio a tu fortaleza. Quise esperar la noche mas al rayar el ocaso cayeron tus murallas, una a una, con lentitud, y una neblina mágica cundió entre mis huestes. Caí en la trampa. Comandaste la masacre, mi vino tornóse agua, mis tripas corazón, se abatió mi denuedo, mis anhelos escurrieron en la vorágine de tanta furia y me rendí en derrota. No quedan sino los despojos, que cuando te alejas victoriosa miras con desprecio y te escucho reír. Ahora he de yacer exhausto, hecho guiñapos, cautivo sin hallar alivio en que te tuve en mis brazos, y condenado a guardar por siempre tu foso de monstruos imaginarios.
23 sep 2009
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario