16 mar 2010

Su otro yo

Sacudió el libro hasta que todos sus personajes cayeron al piso. De pura rabia comenzó a pisotearlos, sin encontrar al que buscaba, hasta que lo vio cuando trataba de esconderse en un calcetín sucio. El supuesto héroe de la novela: un falso paladín que había engatusado a todos. Lo capturó bajo de un vaso y lo puso en su escritorio. El autor se vio en una versión mejorada de sí mismo, más joven y muy apuesto, sí, pero en el que se distinguían con claridad los entresijos torvos de una personalidad de la que siempre se había avergonzado. Estaba por acabar con la existencia de su tan detestado alter ego cuando de un punto indeterminado del techo surgió un zapato gigantesco que lo apachurró sin piedad.

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