Sonaron las Doce Campanadas. La misteriosa joven, vuelta un monstruo rabioso —estaba por venirse— se lanzó corriendo en dirección al jardín de Palacio. Al día siguiente los fieles lacayos del Príncipe recorrían la ciudad, con aquel trozo de membrana empapado en formol.
Las hermanastras, tras desgarrarse los genitales con un par de zanahorias, insistieron en ser las dueñas del himen en disputa, mas Cenicienta entró desnuda al recibidor, se sentó en una silla, separó los muslos, y todos supieron quién sería la futura reina.
8 abr 2010
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