30 dic 2010

Indiferencia

Construyó el castillo en el rincón más agreste de los Urales, e hizo que labraran el torreón contra la piedra misma. Invitó a los obreros a una comilona para festejar la conclusión del proyecto, y los envenenó a todos, lo mismo que a los esbirros que trajeron encadenada a su amada.

Le quitó la venda en el centro del redondo salón y le dijo: —Nunca saldrás de aquí, y nunca más incidirá mi figura en tus ojos, pero deambularé siempre por los pasillos que rodean esta cárcel, te he de espiar desde cada visillo, desde cada terraza, en las noches atisbaré tras de cada ventana y tus pasos resonarán a lo ancho de mis vigilias. —Y concluyó —¡no pude poseer tu cuerpo, ahora seré el dueño absoluto de tu mente!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí que estaba fuera del mundo y dentro de su odio... Buena mini, un abrazo Rub