27 ene 2003

Después de Sócrates —en cierto sentido—



El doctor prosiguió cuestionando a la estudiante de posgrado: —... Y me dice usted, que este grupo de filósofos presocráticos descubrió que el tiempo es una flecha...

—Sí, sí... ¡Una flecha que apunta en ambas direcciones! —lo interrumpió con vehemencia la joven— y luego, valiéndose de tecnologías que se llevaron consigo, empezaron a vivir su vida en sentido contrario al resto de los mortales.

—Pero, ¿y ese fluir a velocidad de vértigo...? —A duras penas pudo el académico contribuir al hilo de la conversación.

—No sé como lo hicieron, mas puedo afirmar que en el trayecto han convencido a muchos otros, a sabios, principalmente. —La discípula incrementó el ímpetu con el que explicaba tanta idea que traía en el cerebro—. ¡Vienen egipcios, trogloditas, semidioses, humanos de software...!

Él había observado el orden preciso que ella desplegara en la enumeración de los visitantes. —Y, según usted, en el Big Bang tuvieron algunos problemas para cruzar. —Aseveró, reflexionando en voz alta más que dirigiéndose a su interlocutora—. Supongo que en cuanto lograron pasar reanudaron su carrera. ¿Y el Big Crunch? ¿Qué sucederá cuando ese extremo choque con este otro, cuando alcancen el punto original de partida?

—Maestro —fingió una súplica la voz femenina, ante la inminencia de los acontecimientos— recíbalos, por favor. Hace rato que esperan. Además, usted y yo sabemos que está escrito.


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