11 oct 2010

La máscara nueva del Emperador

 Era invisible, o así fue como se lo hicieron creer los truhanes que se la vendieron. Lo haría el más elocuente de los políticos, además de que lo protegería no sólo del sol y otras inclemencias de la intemperie, sino de cualquier intento de asesinato. Le daría, también, inmunidad absoluta ante el escarnio de sus gobernados.

En el momento de tomar la tribuna, comenzó a titubear, una fuerte insolación le provocó un desmayo, y unos agricultores furiosos lo ultimaron a machetazos.

—¡Le rompieron la máscara horrible en cachitos! —gritó una pequeñita a horcajadas de su padre —¡y además iba encuerado!, ¡y qué chiquito tenía el pizarrín!

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